El electrocardiograma del cine venezolano

Célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa y Muchachas bañándose en la laguna de Maracaibo, estos dos filmes realizados en Maracaibo por Manuel Trujillo Durán y estrenados en la misma ciudad el 28 de enero de 1897, quedaron en la historia como las primeras películas venezolanas. Han pasado 119 años de estas proyecciones, lejos también está el Premio de la crítica otorgado a Araya, de Margot Benacerraf (1959), en el Festival de Cannes; El pez que fuma, clásico de la “era dorada” del cine nacional, está por alcanzar los 40 años de su estreno; y el primer Premio Nacional de Cine fue otorgado a Román Chalbaud hace 25 años.
A vuelo de pájaro, se pueden evidenciar picos altos en la actividad cinematográfica del país. El primero de ellos, apoyado por la bonanza petrolera de los 70’s. A partir del año 1975, el Estado, a través de los extintos organismos Corpoturismo y Corpoindustria, otorgó recursos para el financiamiento de nueve largometrajes. Seis años más tarde, Luis Herrera Campíns creó el Fondo de Fomento Cinematográfico (Foncine), para estimular la producción del séptimo arte mediante créditos para la producción de largos y cortometrajes. Dicha institución fue sustituida en 1994 por el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), producto de la primera Ley de Cinematografía Nacional, aprobada durante el mandato de Ramón J. Velázquez en 1993.
Hasta hace pocos años, lugares comunes y clichés eran lo que salía flote cuando se abordaba, entre los no especialistas, al cine venezolano. Violencia, drogas, delincuencia, prostitución, eran algunas de las temáticas que llegaban a la pantalla y lograban atraer a más de 100.000 espectadores por cinta. A partir de 2005, cuando se aprobó la Reforma a la Ley de Cinematografía Nacional, la cual aumentó el porcentaje de cuota en pantalla para el cine hecho en el país y fomentó una mayor participación de la empresa privada en la actividad por medio de diversos impuestos e incentivos fiscales, es cuando se puede comenzar a hablar de una nueva era dorada del cine venezolano.
Iván Zambrano, coordinador de la secretaría del Foro del Cine Venezolano, reafirma el “momento estelar” que sigue manteniendo el cine nacional a pesar de la situación económica que atravesamos. Momento que se traduce en 700 premios internacionales, 58 de ellos obtenidos solo en 2015, y 757.956 boletos vendidos en el país hasta agosto del año pasado, una buena cifra de taquilla, que, sin embargo, comparada con la de 2014, implica un retroceso. 4.120.000 personas vieron producciones nacionales en 2014: el largometrajeLibertador, dirigido por Alberto Arvelo y protagonizado por Edgar Ramírez, atrajo a 700.000 espectadores, y Fuera del Aire, de Luis Chataing, se convirtió en tan solo cinco semanas en el documental más visto en la historia de Venezuela, superando los 165.884 espectadores que logró Tiempos de dictadura, de Carlos Otyza, en 14 semanas; ese mismo año la película Azul y no tan rosa, de Miguel Ferrari, obtuvo el Premio Goya como Mejor película extranjera de habla hispana.
“El cine venezolano no está siendo solvente”, señala Sergio Monsalve, crítico de cine, profesor universitario y director de “Espacio Arte”, transmitido por Vale TV, y añade: “las películas dan pérdidas, no se rembolsa la inversión en taquilla y ese es uno de los tantos problemas del cine en Venezuela”. En contraparte al decrecimiento de la taquilla, el cine venezolano logró en 2015 el máximo galardón internacional de su historia: Desde allá, opera prima de Lorenzo Vigas, recibió el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia.
Zambrano está de acuerdo en que el reciente éxito del cine nacional se debe a la diversidad cultural y temática que ha llegado a las salas de cine, “cuando hay más variedad tenemos la oportunidad de educar al público y atraerlo a las salas”, comentó el secretario del Foro del Cine Venezolano. José Ernesto Martínez, representante de la Asociación Venezolana de Productores Cinematográficos y Audiovisuales (AVEPCA), también señala que “se dejó el cliché atrás: hay un nuevo cine al cual invitar al espectador”, cuya punta de lanza han sido los diferentes temas tratados en las películas contemporáneas.
Monsalve señala que el tema de la diversidad se debe ver con suspicacia, “si se están tocando otros temas pero hay que ir más al fondo, hay un estancamiento que hace a las películas iguales, como un troquel, tienen poca impronta personal de sus realizadores”, comenta. “El año pasado el documental arropó a la ficción en términos estéticos y narrativos, piezas comoEl silencio de las moscas, Francisco Massiani y Nikkei pasaron por debajo de la mesa pero representaron un avance frente al estancamiento en el drama y la comedia de la ficción”, agrega Monsalve. Al preguntarle por una película que en 2015 salió del molde, responde con el nombre de Dauna. Lo que lleva el río, dirigida por Mario Crespo, la cual logró por unanimidad de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC) la postulación por Venezuela a los Premios Oscar 2016, pero sin conseguir la nominación final.
Con la crisis económica que vive Venezuela en este momento, con una inflación proyectada de 700% para finales de 2016 por el Fondo Monetario Internacional, es un milagro que se sigan haciendo películas en el país. Hasta el 26 de enero de 2016, se habían vendido 200.000 entradas de películas nacionales, siendo “El Malquerido”, de Diego Rísquez, y protagonizada por Jesús “Chino” Miranda, la más taquillera con 274.838 espectadores desde su estreno el 18 de diciembre de 2015. Contar con figuras conocidas en los repartos suele ser un recurso infalible para mercadear la producción fílmica nacional. Hasta que la muerte nos separe, protagonizada por Rubén Zapata (Zapata 666), Carlos “Trece” Molina y Alexandra Braun, fue vista por más de 100.000 personas en su primer mes de exhibición en 2015.
Desde la primera proyección en el Teatro Baralt, hoy hace 119 años, el cine nacional siempre ha estado presente, en mayor o menor medida, con más premios o menos boletos vendidos, un electrocardiograma estampado en celuloide. El Foro del Cine Venezolano celebra el encuentro del cine hecho a partir del imaginario venezolano y la descentralización producto de la reforma del 2005. Para 2016 el Centro Autónomo de Cinematografía tiene una programación de estrenos que podría levantar la boletería. Algunos de ellos son: Allende en su laberinto (febrero), Desde Allá (abril), Tamara (mayo), Cabrujas en el país del disimulo(julio) y el documental El número 1, Renny Ottolina (diciembre).
“El cine siempre responde con lo que sabe hacer: películas”, se escuchó en la rueda de presa del foro. ¿Qué vendrá después? Sergio Monsalve sugiere que vale la pena tomarse el tiempo para poner el foco en las aulas universitarias, donde una nueva generación de cineastas se está formando y produciendo proyectos, que para el profesor de la Universidad Monteávila y la Escuela Nacional de Cine, “son más retadores y experimentales que mucho de los largometrajes que llegan a la gran pantalla, y que además tienen un mayor compromiso social y político”. El tiempo nos dará la respuesta con los títulos y realizadores que compartirán salas con las grandes producciones internacionales. Por ahora la invitación está extendida para disfrutar de las películas hechas en Venezuela, no solo en su día, todo el año también.
Since the early 1990s, a mysterious suicide epidemic has been spreading in rural communities throughout the Venezuelan Andes. Almost everyone in the region knows someone who has taken their own life, but no one is any closer to understanding why this is happening or what could be done to bring it do an end. Striking young and old, male and female alike, each death is its own unique tragedy, raising countless questions that nobody can ever fully answer.
Eliezer Arias, the filmmaker and anthropologist behind the poignant and desperately beautiful The Silence of the Flies, knows these communities as well as anyone. Having first visited the area around twenty years ago, he has studied their lifestyle in detail and witnessed first-hand the dramatic changes that have taken place in that period. ‘I was part of the landscape,’ he jokes, years before starting to make this film. ‘I was working there as an anthropologist for a long time. I was the researcher who came to ask questions.’
Since opting to tackle this subject, however, he has encountered few easy answers. Describing the phenomenon as ‘complex’ and ‘multifactorial’, he says there are ‘too many [things] that can explain why people commit suicide. You can of course look for some tendencies that could explain it in these rural areas,’ but there are always going to be numerous exceptions. The problem is not strictly a local one either, with suicide rates in rural communities across Latin America, as well as in countries like Japan, Switzerland and the UK, outstripping national averages, but the region’s unique culture may account for its scale.
Arias believes that the driving force behind the issues in this Venezuelan town is the rapid pace of change occurring within it and the introduction of ‘new values that come from globalisation’. ‘My hypothesis is that these communities [have changed] a lot in recent years,’ he says. ‘They still live with old traditions, a lot of machismo,’ but the ancient ‘institutions’ that sustained and justified that culture are crumbling. Farming used to be the region’s lifeblood, but with the economy in ‘a mess’, it is very difficult for people to be successful: ‘When you talk to the farmers, the poor farmers, they feel like they are failing.’ It is perhaps no coincidence that the most common way for men to take their lives is by drinking agricultural pesticides.
Young people are hit hardest by the changes, caught ‘in a trap’ between the old and the new. ‘It’s more difficult to be young in a rural community than in a big city,’ says Arias. ‘In a big city, you can be someone else. For example, if you have a tattoo, if you paint your hair blue or green, that’s normal. But in rural areas, you are stigmatised.’ Homosexuality is particularly difficult to deal with and coming out is rare: ‘You have to be willing to be oppressed by the community.’ But nobody seems safe from all forms of social alienation. In the interviews we hear with their friends and relatives, there is an overriding sense that the victims felt they did not belong and were ultimately not allowed to. People are unable to express themselves, to reveal their true personalities, particularly when they go radically against the prevailing culture.
Their inability to speak out is reflected in the way that Arias presents the testimonies that comprise the film’s soundtrack. Recorded entirely without cameras, they are given as voiceovers alongside shots of the speakers in different settings, looking silently and expressionlessly into the camera. This technique was a ‘risk’ and an ‘experiment’, but encourages multiple interpretations in this context. In part, it was simply a way for Arias to protect his subjects and avoid ‘exposing them to the camera’ in their most emotional moments, but it also enabled him to explore innovative ways to bring the dead into the film. In depicting the relatives in this way, he explains: ‘I wanted to show that there is an emptiness, an absence.’ They are both there and not there, and in many cases always will be.
The dead also occupy a physical space in the landscape, through belongings carefully placed in trees, streams and mountainsides. There is something uncanny about their presence here, in contrast with the spectacular and idyllic environment. Arias was interested in showing ‘something very terrible’ against this setting, which he describes as ‘bucolic’ and ‘very romantic’, adding that it is still a popular honeymoon destination for couples from the cities. But he finds ways to draw the tragedy into the story, his imagery suggesting connections between the natural environment and the pain and isolation the locals suffer. ‘The landscape is part of the movie,’ he says, ‘one of the characters.’
The film focuses on two mothers, Marcelina and Mercedes, who both lost their daughters in the same year at the same age. Their search for answers eventually takes them to the top of a mountain, which is ‘very arid, very grey’, almost a blank slate for them to start again on. Generally, there is an ‘attitude of stoicism’ about the suicides in the community, which Arias describes as ‘something like a defence. They are saying: I suffered this loss but I have to keep going with my life.’ Within the community, ‘they have a different way to understand suicide. Sometimes, they even say that the expression, suicide, is not something they understand at all. They see it as ‘something that happened’ to them as opposed to something they did, which can be interpreted as deeply empathetic, as well as a kind of denial.
The film’s title, The Silence of the Flies, was inspired by this disticintive attitude, as well as one of the region’s most striking but less attractive features. ‘In this community, there are a lot of flies,’ says Arias. ‘It’s amazing. Twenty years ago, the first time I was there, I was impressed by the flies. But none of the people reacted to them…The flies are part of the community, part of the landscape. And suicide is the same.’
The people in the town have to a great extent ‘normalised the phenomenon’. But Arias cannot say whether that is a good or a bad thing: ‘It’s [simply] a different way for relatives to give meaning to the suicides.’ There is little stigma surrounding the issue, largely because it is so common, but that seems to be doing little to help alleviate the situation. ‘Suicide is a universal phenomenon,’ he says, ‘but has different meanings for different people.’ His film is a moving and valuable exploration of a community’s search for answers, and an examination of a culture that is finding it increasingly difficult to stay alive.
Written by Rob Dickie
The Silence of the Flies is screening at Summerhall in Edinburgh at 7pm on Monday 12th October. To book tickets, visit this page.
ENTREVISTA DEL PROGRAMA AGENDA ABIERTA, TELESUR
ENTREVISTA DEL PROGRAMA ‘EL ESPEJO’
EL ESPEJO, programa de televisión y Festival Internacional de Cortometrajes y Escuelas de Cine.
info:elespejo@gmail.com
EL ESPEJO martes 11:00 p.m.
Huellas de los suicidas, Por Pablo Gamba, n53, 06-14
Eliezer Arias: «Quería ensayar cómo filmar el dolor y la ausencia» por Pablo Gamba
Publicado por: Alfonso Molina 5 mayo, 2014 en Cine y audiovisual, Documental.

Para oír la entrevista: http://www.espanol.rfi.fr/node/157208
Eliezer Arias es cineasta e investigador del Centro de Antropología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Trabajó durante 20 años con las poblaciones de Los Andes venezolanos. Allí descubrió estadísticas muy alarmantes sobre una ola de suicidios de muchachos muy jóvenes. Este es el tema de su documental El silencio de las moscas, que acaba de ganar el primer premio del Festival de cine documental de Santo Domingo. La película recoge los testimonios de los familiares de las víctimas, madres y hermanos, que hoy viven en medio del dolor y la incomprensión.
La realidad y sus imágenes, Por Carlos F. Heredero
Especial Caimán Cuadernos de Cine – Marzo 2014
En Latinoamérica se ha idealizado el campo, Por: Karenn Wallace
23 MARZO 2014
Paisajes del Documental Latinoamericano: Nuevas Formas de Mirar, Por: Jorge Ruffinelli
Caimán Cuadernos de Cine – Marzo 2014
Fragmento de entrevista a Charles Martinez, el Productor/Montador de El Silencio de las Moscas en el marco del Festival Internacional de Cine Guadalajara 29
BLOG VÉRTIGO
Guadalajara 2014/V por Ernesto Diezmartinez
http://cinevertigo.blogspot.com/2014/03/guadalajara-2014iv_26.html#.UzTNOSikzEk.facebook
El silencio de las moscas de Eliezer Arias en el Teatro Echegaray. 22/03/2014. 17o Festival de Málaga. Cine Español. Teatro Echegaray. Por Paco Bernal
Para entender lo incomprensible, por R.C Malága